“Squ’in ch’ulelal”

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Día de muertos

Por: Mariano Estrada

Desde que tuvimos conocimiento, nuestros padres y abuelos tseltales y ch’oles, celebraban ya a su modo el “Squ’in ch’ulelal”, día de muertos en su mala traducción de tseltal al castellano, por el hecho de querer incrustarse al nombre generalizado que se usa en casi toda América Latina y el mundo, para identificar la fiesta de Día de Muertos, Fieles Difuntos, Todo Santo y/o como usted mejor lo conozca. Decimos mala traducción, puesto que la palabra “Squ’in” significa: fiesta de;  y la palabra “ch’ulelal” significa: alma, espíritu, que difiere de la palabra muerto. Según la academia española, muerto significa: que ya no tiene vida; caso contrario con la palabra alma que significa -en determinadas creencias-: parte espiritual e inmortal del ser humano, separada del cuerpo tras la muerte. De ese modo el nombre de la fiesta en Tseltal “Squ’in ch’ulelal” está vinculada con las almas o espíritus de nuestros seres queridos que vivió y convivió con nosotros en su ser material, y que los días uno y dos de noviembre se ocupan para compartir con ellos nuevamente pero ahora en su ser inmaterial.

En ese sentido, se colocan en el altar (espacio sagrado ocupado para llevar a cabo la parte central y religiosa), caldo de pavo, de pollo, de puerco, acompañadas de unas tortillitas de maíz blanco o amarillo, morado o tranquilamente de los tres colores, puesto que hay en demasía. No debe faltar las típicas bebidas ocasionales como el Ch’ilim, (bebida de maíz tostado, triturado, mezclado con cacao, conocido en castellano como el pinole); el atol de maíz, el café, el licor de caña, de maíz, sus cigarros de hoja o los modernos Alaz Extra o Alas Azul, si el ch’ulelal gustaba fumar de los mas finos. Tampoco faltaban sus dulces de calabaza, de papaya, de camote, y por si fuera poco, las frutas de temporal, sobre todo los cítricos: la mandarina, naranja, toronja, plátanos de diversas variedades, -dominicos, manzanos, machos-; caña, hasta sus bolsitas de pan de harina de trigo, galletas, en fin, se pretende poner todo los presentes y especialmente aquella que mas degustara en vida el ch’ulelal. Y para la parte religiosa, ocupaban el incienso, las velas que sirven un poco para iluminar el lugar atravesando sus pequeños destellos en las rendijas de los setos de madera de la choza.

Bajo las sombras heladas de la media noche, cubiertos de plástico por las lloviznas nocturnas de noviembre, las siluetas del rezandero, junto con sus acompañantes, se divisan deambulando en una vereda que conduce a la casita de palma dando ligeramente la escena un aire fantasmagórico.

Con su llegada, iniciaba al rito religioso protocolario santiguándose el rezandero frente al altar para posteriormente sahumarla vaciando un poco de incienso triturado en un recipiente con brazas que despiden humo al contacto. Los nombres de las almas que están previamente enlistadas en una hoja por los familiares, se citarán durante el ritual en cada ocasión requerida. El rezo, como se le conoce, tiene una duración aproximada entre treinta y cuarenta minutos. En la mayoría de los casos se repiten hasta por dos ocasiones, en algunos casos solo uno y muy rara vez se hacen tres tantos. Cuando esto sucede significa cuasi una tortura para los rezanderos, puesto que el ritual la desarrollan de pie y/o de rodillas durante el tiempo que dura cada rosario. Culminada  la oración, iniciaba la comilona con todos los invitados, que entre risas y chascarrillos pasan los minutos degustando los mejores platillos hechos por los familiares y seres queridos del ch’ulelal para esa ocasión.

Mas recientemente se agregan a la lista de alimentos, los tamalitos de masa colada, de masa dura, carnitas asadas; y para los mas exigentes paladares hasta mole, guisado y pozole las hay en estos tiempos. Se agregan de igual modo  refrescos embotellados, cerveza de lata y en lugar de licor de caña, destella desde una esquina del altar hasta una botella de tequila de la mas reconocida marca.

En la parte ritual, se agrega igual en los últimos tiempos su desarrollo en el cementerio. Además de celebrar en casa, todas las familias se congregan ahora ahí para llevar a cabo lo que se conoce como un rezo general para todas almas que reposan ahí. Regularmente, solo es una intención del rito religioso que  dura entre diez y veinte minutos. Los familiares del ch’ulelal presentan en cada bóveda, una pequeña reseña de las comidas y bebidas ofrecidas, que al finalizar la oración, las reparten a diestra y siniestra con todos los presentes. En tanto, un pequeño grupo de músicos genuinos amenizan el momento con un popular repertorio como El rey, Cruz de madera, Puño de tierra y muchas mas, lo que puede durar desde el medio día hasta la puesta del sol, indicando que el final del “Squ’in ch’ulelal” a llegado a su fin.

Fotos: Créditos ME

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